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Fabre, Alejandra - HORACIO Y FRAY LUIS, DOS MODALIDADES DEL DISFRUTE

Horacio y Fray Luis, dos modalidades del disfrute
Continuidad y fractura
   Existe una evidente relación intertextual entre el Beatus ille que Horacio compusiera en sus años de juventud antes de comenzar la era cristiana y la Oda a la vida retirada que el poeta español Fray Luis de León compuso en el siglo XVI aparentemente en su juventud y antes de que la Santa Inquisición lo castigara por sus comentarios al Cantar de los Cantares. Sin embargo consideramos que relación intertextual no es sinónimo de filiación o imitación tal como ha sido reiteradamente enunciada por algunos críticos y académicos especialistas en Literatura Española. Entre ellos nos referimos particularmente al Profesor Dámaso Alonso quien en su Poesía Española afirma: “Tomemos sólo otra de las más horacianas para contrastarla en alguno de sus nexos esenciales: la Vida retirada. Aquí el modelo es otra vez Horacio, especialmente el Beatus ille, pero la imitación es mucho menos próxima. Algunas frases vienen de Horacio, y también procede de él el conjunto contenido moral. Otras expresiones recuerdan la imitación del Beatus ille por Gracilazo en la Égloga Segunda.” Nos animamos a afirmar, contrariando las conclusiones del Profesor Alonso que la distancia existente entre el texto de Horacio y los versos de Fray Luis se encuentra justamente en el contenido moral o, para decirlo en otros términos, en la macroestructura global del texto que lo expresa. Por eso creemos que los vínculos de esta relación intertextual no deberían ser planteados en términos de filiación directa. Un acercamiento a la obra de ambos autores que atiende detenidamente a la estructura de los textos, las secuencias predominantes, el tono y el propósito que pueden inferirse a partir de la estructura estrófica y la tradición literaria, puede poner en evidencia las diferencias que a nuestro entender son fundamentales y nos permiten hablar de dos textos sumamente distantes aunque encontremos semejanzas indiscutibles en un nivel superficial en algunos pasajes de los textos.
   Es decir, en las próximas líneas trataremos de demostrar la distancia existente entre ambos textos ya que la actitud satírica que se hace evidente en Horacio y la sonrisa que puede esbozarse al culminar la lectura de su Beatus ille no están presentes en la obra del español quien más que tomar las palabras del poeta latino, se ha apropiado de las de su personaje Alfio.
Primera distancia: el género
No puede pasar inadvertido el primer acercamiento superficial o paratextual a los textos, sin haber iniciado siquiera la lectura detenida e intensiva, porque es la primera distancia que se hace evidente ya en los títulos que a su vez refieren a los respectivos géneros: Épodo II, conocido más popularmente como Beatus ille en el caso del texto de Horacio y Vida Retirada, más nombrada como Oda a la Vida Retirada de Fray Luis. Los épodos, también conocidos como yambos, y la oda son géneros sumamente  diferentes.
Los épodos de origen griego consisten en composiciones breves construidas en versos yámbicos a los que Raffaele Cantarella les atribuye el siguiente comentario: “La inspiración del yambo era tradicionalmente agresiva, impetuosa, polémica, conforme al carácter yámbico que ya Aristóteles le reconocía a propósito de la comedia, pero también burlona y jocosa”. Recordemos que el verso yámbico consiste en una forma de poesía que aparece difundida en Jonia asiática e insular, denominado más comúnmente “trímetro yámbico” porque formado de tres metros, es decir, de tres pares de yambos, es la transposición en cuanto al esquema (no en el ritmo – y esto es fundamental para nuestro trabajo-) del hexámetro épico. En cambio, su ritmo se acerca al ritmo del lenguaje espontáneo, coloquial y cotidiano, de registro informal y oral debido a la combinación de una sílaba breve -de un tiempo- seguida de una larga –de dos tiempos- que lo ha hecho el verso de la comedia por excelencia.
 Por otro lado, tenemos las odas entendidas como canto o himno en alabanza acompañado de cítara o flauta. No hay aquí ninguna intención satírica, agresiva o burlona.
 Cada verso, cada forma métrica es coherente con un tono y un propósito lírico diferente: la risa por un lado y la alabanza por el otro. Risa, comedia, burla, sátira en verso yámbico y en versos pares, ha sido la elección de Horacio mientras que contemplación, exaltación y elogio en verso fue la opción seguida por Fray Luis.
Segunda lectura: el género y la estructura del texto
El género y la forma métrica están, sin dudas, íntimamente relacionadas con la macroestructura global del texto. En el poema de Horacio nos encontramos con una enunciación referida. Lo que comenzamos a leer desde el primer verso hasta el verso sesenta y seis, no es sino un elogio de la vida campesina que luego descubrimos que son palabras puestas en boca de un personaje. No son palabras enunciadas por Horacio sino por otro locutor, elemento y personaje ficcional creado por él.
Pero veamos en principio cómo está formada esta primera parte del texto.
En principio nos encontramos con los ocho primeros versos que a manera de introducción presenta la oposición entre la vida de ciudad y la vida del campo como dos polos de valoración opuesta: la primera, la vida en el campo como el polo positivo identificada con la tradición (como continuidad de lo nacional), la propiedad privada (entendida como herencia y continuidad familiar) y el ocio (no como no hacer, sino como el hacer responsablemente), mientras que la segunda, la vida de ciudad se vincula directamente con el negocio (como negación del ocio), la usura y las desventajas en tanto alteración y sobresalto de profesiones tales como las del militar, el navegante y el comerciante o el político, representados en este último caso por “el foro y los ciudadanos más poderosos”.
Tengamos en cuenta para nuestra lectura, la aparición en el cuarto verso de la palabra fenore (fenus, fenoris: usura, ganacia, lucro).
A partir del verso nueve y hasta el treinta y siete, en una secuencia descriptiva se encuentra dividida en cuatro partes o fragmentos la descripción de la vida en el campo. La primera (versos 9 a 16) corresponde a las estaciones de primavera y otoño y mediante adjetivos positivos refiere a los trabajos del rústico en medio de la abundancia que comienza a insinuarse: los altos álamos, la crecida vid, sus propios rebaños errantes, la espesa miel y las tiernas ovejas. Entre los versos diecisiete a veintiocho y mediante imágenes realmente bellas describe el disfrute del campesino al realizar tareas asociadas a la cosecha (cómo disfruta recogiendo las peras injertadas y la uva que compite con el púrpura), las ofrendas a Príapo, dios de los jardines, hijo de Venus y Baco asociado entre otros al placer carnal y el disfrute, el efecto del alcohol y por último el placer del descanso a la sombra de un añoso árbol acompañado de la música del agua que corre y el canto de las aves.
Desde el verso veintinueve y hasta el treinta y ocho, a través de un juego lingüístico, el lector se encuentra con la dureza del invierno y las tareas del agricultor. El conector adversativo que encabeza el fragmento (At, pero) daría en principio la idea al lector de que de aquí en más va a encontrarse con algo diferente de lo que hasta ahora obtuvo, se infiere, si hasta aquí hubo solamente deleite y disfrute, que el conector adversativo y el cambio de estación estarían adelantando el final del disfrute y el placer. Sin embargo, ante el invierno de lluvia y nieve que Júpiter envía, el rústico acosa con su jauría a los jabalíes hacia las trampas o, coloca trampas a los tordos y atrapa con engaño a liebres y grullas que aparecen al final del fragmento como “gozosa recompensa”.  La palabra trampa que aparece dos veces en este fragmento y el término engaño parecen ser un anticipo del final de la obra.
A partir de aquí y hasta el verso sesenta y seis, se continúa mediante preguntas retóricas, adjetivación de valoración positiva, comparaciones e imágenes en ese mismo sentido con el elogio a la vida en el campo: este tipo de vida aleja de los dolores del alma, favorece la vida en armonía familiar (la púdica esposa, los dulces hijos, el fuego sagrado, los manjares no comprados, las ubres hinchadas, los rebaños satisfechos). No hay sufrimiento ni privaciones, no hay conflictos ni enfrentamientos, todo es abundancia, cuidado y beneficio. La idealización de la vida en el campo parece aproximarse a la versión idílica de la Arcadia. Son justamente estos versos a los que alude el Profesor Dámaso Alonso cuando habla de imitación y filiación.
En el verso cincuenta y uno aparece para sorpresa del lector, la voz en primera persona del locutor a quien hasta aquí supone puede ser, teniendo en cuenta el género, el mismo poeta: No serán para mí más apetecibles las ostras del Lucrina…y continúa una enumeración de manjares exóticos y costosos que el locutor empareja con sus aceitunas de repletos olivos, las malvas, los corderos y los cabritos cuyo valor radica en la simplicidad, la pertenencia y la propiedad. Se agrega a modo de cierre de esta primera parte y en seis versos (60 a 66), el placer de la tarea cumplida: ovejas, bueyes y esclavos regresan a la casa luego de la labor.
Hasta aquí un elogio de la vida agreste, rústica o campesina que puede reconocerse en las estrofas 1,2,5,6,10,11,16 y17 de Fray Luis.
Pero de pronto y sin  que el lector desprevenido se prepare para lo que sigue se pasa de la primera persona -empleada por primera y única vez unos versos atrás- a una tercera persona, se pasa de la secuencia descriptiva a la narración, del elogio a la contradicción y todo lo anterior se carga de un nuevo significado.
Ni bien termina de decir estas cosas el usurero Alfio, verso clave para nuestro trabajo que separa a Horacio de Fray Luis, aleja definitivamente el épodo de la oda.
La palabra usura del cuarto verso se carga de nueva significación gracias a la palabra usurero que es quien  en realidad la ha pronunciado y esto lo descubrimos recién  casi simétricamente cuatro versos antes de terminar la obra.  Siguiendo la tesis de Lotman, en el texto poético “la repetición de un término no es una repetición en sí misma por cuanto la misma unidad léxica, al ser repetida cambia su posición estructural y adquiere por consecuencia un sentido diferente, mucho más rico y complejo de aquel que poseía en su primera aparición textual”. Para el autor, en el Épodo II se estaría poniendo de manifiesto el principio de retroremisión, pues el texto nos exige una vuelta al texto para que aflore el nuevo contenido o significado de la composición y por lo tanto la macroestructura varía totalmente.  De ser una usura criticada y despreciada por un amante de la naturaleza, tal como nos parece en una primera lectura durante toda la primera parte, pasa a ser elemento de contradicción e hipocresía que permite hacer un juicio negativo de quien ha hablado hasta aquí, locutor que ya no es un amante de la naturaleza, sino un usurero.
Todo lo enunciado hasta aquí ha salido de su boca y no era más que discurso de Alfio referido por un narrador en tercera persona que, además aclara que una vez terminado su discurso, su personaje cobra su dinero con intención de volver a invertirlo. Alejado de toda usura y cuando terminó de decir estas cosas el usurero Alfio encierran simétricamente a modo de paréntesis la primera parte del texto.
El poeta no elogia la vida campesina, todo lo contrario, se burla de un tipo social claramente identificado como especulador o usurero que lucra, no por medio del trabajo duro sino de la especulación financiera.
En resumen, los últimos cuatro versos del Épodo segundo hacen girar la macroestructura del texto, es decir, lo que parecía ser un elogio a la vida en el campo se convierte sorpresivamente para el lector, en sátira burlesca del charlatán incoherente.
Tercera lectura: Horacio y Fray Luis
¿Cuáles son los otros aspectos en los que los dos autores se distancian?
En primera instancia y a simple vista, la estructura que acabamos de señalar: En Vida retirada, Fray Luis no presenta un discurso referido sino el propio, es decir, hace propias las palabras de Alfio y no las de Horacio. Deja al margen los últimos cuatro versos del épodo horaciano que le confieren sentido a la macroestructura global. Es otro texto completamente diferente en este sentido.
Sin embargo y aunque quisiéramos emparentar aún las dos obras, lo cierto es que los elogios en sí, es decir, la Oda de Fray Luis y el elogio dicho por Alfio también se alejan en mucho.
Mientras Horacio hace apenas uso de la deixis de primera persona en un solo verso, Fray Luis insiste en este recurso y deja en claro que es el “yo lírico” el que se pone de manifiesto en el texto. Las estrofas 4,7,8,9,13 y 16 son una clara muestra de esto.
Por otra parte, el goce en el texto de Horacio es disfrutado en familia, la mujer y los hijos son parte del disfrute mientras que en Fray Luis la soledad casi melancólica atraviesa toda la obra.
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Directamente relacionado con esto, encontramos que la referencia que en boca de Alfio se hace sobre Príapo, hijo de Venus y Baco, como representación de la alegría del amor y el vino en el épodo de Horacio, está ausente en Fray Luis, evidentemente como se pudo haber anticipado debido a su condición de cristiano.
 Algunas conclusiones
A modo de cierre pretendemos esbozar no conclusiones, sino algunos interrogantes para seguir trabajando:
En principio nos interrogamos sobre la insistencia de muchos críticos españoles que pretendieron establecer el vínculo de filiación entre la literatura española y la latina.
¿Necesitaba la España franquista de la mitad del siglo XX, hermana pobre de Europa y antiguo centro de un imperio decapitado, justificar su grandeza mediante esta filiación con uno de los grandes poetas de otro imperio caído en desgracia? ¿Desconocía Dámaso Alonso y sus colegas el texto completo del épodo segundo de Horacio? Su mirada crítica instalada en la Estilística, ¿le impedía percibir la macroestructura del texto?
Por otra parte, ¿desconocía Fray Luis el Épodo II? Seguramente no. Creemos interesante seguir indagando sobre la influencia que las ideas de la doctrina cristiana han ejercido sobre la transmisión u olvido, continuidad o ruptura de la tradición literaria en general y especialmente de la sátira, la ironía, la comedia y la risa.
Finalmente, proponemos indagar sobre la comparación de otras obras horacianas entendidas como hipotextos imitados por los clásicos españoles como el Carpe diem, Auream mediocritatem y Pro patria mori.
Bibliografía:
Horace (1946): Odes et épodes. Tomo I, Les Belles Lettres, París
Alonso, Dámaso (1971): Poesía Española. Ensayo de Métodos y Límites estilísticos, Gredos, Madrid
Cantarella, Raffaele (1971): La Literatura Griega Clásica, Losada, Buenos Aires
Bayet, Jean(1934): Littérature latine. Histoire, pages choisies, traduites et commentées, París
Grimal, Pierre (1980) : El siglo de Augusto, Eudeba, Buenos Aires
Highet, Gilbert (1954): La tradición clásica, F.C.E., México
Reisz de Rivarola, Susana (1988): En torno de las teorías de R Jackobson, M. Riffaterre y J. Lotman, Eudeba, Buenos Aires.

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