Lentamente las obras literarias van perdiendo su principal función
En la actualidad, la lectura de textos literarios se convirtió para los jóvenes en sinónimo de aburrimiento y obligación.
Resultaría inapropiado atribuirles la causa de este problema sólo a los chicos. A esta altura de la nueva era nadie se atrevería a negar que el mundo ha cambiado, junto con las instituciones que lo sostienen: desde los sistemas de gobierno hasta las familias. Y con todos ellos, las formas humanas de relacionarse: aquello que comúnmente llamamos comunicación.
La literatura es, en sí misma, una forma de comunicación; tiene sus propias reglas y sus propios métodos. En la escuela, hoy, sigue siendo tanto una herramienta de aprendizaje como un objeto de estudio. No concebimos (aún) una educación alejada de la Literatura y sin embargo, con el correr de los años, los alumnos han ido demostrando con vehemencia su creciente rechazo hacia esta manifestación estética. ¿Qué es lo que convierte a la Literatura en un objeto despreciado por los jóvenes alumnos de la nueva era?
Es vox populi que los nuevos medios de difusión han llegado para complicar la vida de los docentes…y al parecer es cierto: acostumbran a los niños a recibir información fragmentada y fugaz, sin tener que realizar más esfuerzos que algunos “clicks” sobre el control remoto o el mouse de la computadora. Así las cosas…¿Cómo pretendemos pedirles a los alumnos que se sienten, aunque sea una hora por día, delante de un objeto que no tiene luz, ni sonido, ni se mueve, ni hace nada, un objeto inanimado que sólo está allí esperando para ser leído?
La realidad es que cada día es más difícil captar la atención de los alumnos; los tiempos son otros y ameritan aplicar nuevas estrategias didácticas por parte de los docentes. En primer lugar, debemos seleccionar distintas obras que logren despertar el interés de los jóvenes. Por supuesto que hay que tener en cuenta a los clásicos de la literatura universal, pero además se deben explorar obras nuevas, actuales, de autores contemporáneos para luchar contra esta falta de interés mostrando al alumno que su propia realidad puede estar cerca de la de un libro.
Esto requiere, por un lado, la lectura por parte del docente de distintos textos actuales y por otro, la selección de los mismos considerando a quiénes van dirigidos: edad, escuela, barrio, ciudad. Pero el trabajo no termina allí: el docente debe destinar un tiempo a leer desde distintas modalidades, para evitar así que los alumnos se aburran con la metodología que suele aplicarse tradicionalmente para la lectura en el aula. Es ahí cuando se ponen en juego el conocimiento, el ingenio y las nuevas tecnologías.
Es necesario entender (de una vez por todas) que lo más importante no es lograr que los chicos lean en voz alta como un poeta de la antigüedad sino que comprendan aquello que leen. Y que sean capaces de comprender cualquier tipo de texto, no solamente los literarios. Hay que mostrarles que poder entender esos textos es entender el mundo en el que vivimos y a las personas que habitan en él: la lectura abre puertas y ventanas, pero además refleja, como un espejo, la sociedad en la que los textos circulan.
Rodolfo Walsh dijo alguna vez, que la literatura es un avance laborioso a través de la propia estupidez. Nosotros creemos en eso. Creemos en que a la hora de proponer actividades para los alumnos, éstas no deben enfocarse únicamente en que ellos incorporen a su lectura conceptos teóricos sino, como se expuso anteriormente, que se encuentren con el nivel semántico. Que formen parte de esa lectura, reconociéndola y reconociéndose. Es importante que los docentes entendamos que se aprende a leer constantemente. Y que siempre se puede leer mejor. Ése será el punto de partida para que el alumno, esa persona que tenemos sentada a diario delante de nosotros, comience a leer los textos reescribiéndolos.
Leyendo, uno cambia, se modifica y se transforma. Y también transforma aquello que lee. Pone algo de sí mismo en ese pedazo de literatura que a su vez, está llena de otras lecturas, múltiples e infinitas.
Si no tomamos conciencia de que leer, en cualquiera de los soportes actuales disponibles, es leer el mundo en el que vivimos, todas las estrategias que apliquemos en la escuela serán inadecuadas. Debemos trabajar en el problema para darles a esos ojitos que nos observan en el aula la posibilidad de interpretar nuestro mundo de otra manera.
Leí con mucho interés este artículo. Creo que plantea uno de los problemas centrales de la ¿enseñanza? de la literatura en estos tiempos. Coincido plenamente en que es necesario conjugar los clásicos (que hacen al bagaje cultural universal) y las obras experimentales, nuevas, de época actual. Sin embargo, es necesario de alguna manera desacralizar el texto literario para que se pueda abordar desde otras perspectivas y que, en definitiva, permita ser abordado por todos. Partiendo de esa base, puede ser que podamos de a poco acercar todos los textos que deseemos. Felicitaciones por la revista! Un gran logro. Prof. Gustavo Kuryluk
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